La fuente y el lavadero





     



Las obras y edificaciones mandadas realizar por Félix de Martino son el testimonio físico actual de la voluntad y el esfuerzo que este emigrante afortunado dedicó a que sus paisanos vivieran en mejores condiciones. 

     Algunos de estos edificios o construcciones tienen un fin claro, directo y a corto plazo, como la fuente y el lavadero de Soto, cuya definitiva construcción supone una mejora en la calidad de vida de los usuarios de estos inmuebles públicos, mientras que otros encierran en sí mismos la parte más interesante de lo que representa la memoria de Félix de Martino, como la escuela, la casa consistorial de Oseja, la central eléctrica de Soto o su participación en la apertura del actual acceso a Soto.

     No obstante tampoco conviene obviar que en un tipo de infraestructuras pública como el lavadero de Soto, los usuarios finales van a ser las mujeres del pueblo, con todo lo que ello simboliza por tratarse de la actuación de un hombre a principios del siglo XX, momento en que las mujeres estaban relegadas a un segundo plano y no figuraban entre las prioridades sociales de la época, por lo que es está iniciativa de Don Félix cobra un gran significativo.

Decía Félix de Martino a Francisco Díaz-Caneja en una carta fechada el 16 de septiembre de 1905: “En cuanto los lavaderos, deseo que se proceda a hacerlos para que en el invierno entrante puedan lavar en ellos y que esas pobres mujeres estén algo más abrigadas y tengan agua templada. Te ruego lo tomes con interés y facilites el dinero necesario…”, insistiendo meses después, tras pasar el invierno sin hacerse el lavadero y en otra carta al mismo destinatario el 19 de marzo de 1906: “Los lavaderos bueno es darles prisa y acabarlos cuanto antes se pueda y que queden bien para las pobres mujeres laven con más comodidad”.

     Así pues, detrás del mandato de construir el lavadero de Soto, sólo podemos ver una intención clara y sincera de facilitar la vida a las esforzadas mujeres del pueblo en sus labores cotidianas. lavadero que, hoy de nuevo rehabilitado, sigue siendo un referente en la arquitectura urbana del pequeño pueblo Sajambriego, suscitando a menudo la curiosidad de los numerosos caminantes que recorren la senda del Arcediano o se dirigen a Vegabaño y se acercan a beber del agua fresca de la Fuente contigua, encargada hacer por el propio Félix de Martino en 1893, años antes de mandar construir el lavadero y cuando aún no estaba a la gran fortuna que tendría su alcance. Y todo este conjunto enmarcado por unos magníficos nogales que le rinden tributo con su adorno y su sombra, convirtiendo este rincón periférico del pueblo en un remanso de frescura y ensueño durante los días más calurosos del verano.

     La fecha que tiene grabada la piedra de la fuente puede llevarnos a confusión, pues en esas fechas, aunque Félix de Martino ya estaba en México, aún no se había casado con Guadalupe Noriega y sus negocios, aunque con buenas perspectivas, no tenían la magnitud que llevarían a tener y por tanto no disponía de gran fortuna no obstante lo podemos interpretar como un gesto muy común entre los emigrantes, que solían hacer pequeñas ofrendas de este tipo a sus pueblos, para certificar ante todo su triunfo en el extranjero y demostrar que no olvidaban sus raíces, pero en el caso de don Félix esto parece poco probable, pues por lo general no manifiesta un comportamiento autocomplaciente en cualquier caso, los años siguientes demostraron que Félix de Martino no pretendía cubrir las apariencias, sino que estaba firmemente comprometido con la mejora de la calidad de sus de vida de sus vecinos.


De “100 años de una intención”. Lorenzo Sevilla 2.007


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