Soto de
Sajambre es uno de esos lugares en los que la tranquilidad llega incluso a
parecer tangible. y eso a pesar de que en su término se halla una de las puertas más frecuentadas y populosas de
acceso al Macizo Occidental de los Picos de Europa. Escondido al final de una
carretera sinuosa, estrecha, empinada, y flanqueada por una abundante arboleda
en la que destacan frondosos nogales - que este año han sido duramente
castigados por las heladas-, su caserío descansa a la orilla de un río, el Agüera,
que serpentea cantarín tras las casas del lugar para terminar algunos
kilómetros más abajo embalsado en azud.
Este es un
pueblo de paredes de piedra gris y tejas rojas que conserva bastante bien su
estructura tradicional. En ellas se levantan aún hórreos, construcciones
peculiares que tanto más gustan cuanto más se ven, aunque cada vez sea más
difícil encontrarlas. El edificio que más destaca en el medio del pueblo,
aunque solamente sea por sus dimensiones, es la escuela -hoy vacía de niños-
que no debe dejar de verse. Fue construida a principios del siglo gracias a la
aportación económica de Félix Martino, un vecino natural de Soto que emigró e
hizo fortuna en Méjico. La escuela conserva los materiales con los que se la dotó
en su tiempo que, sin duda, hicieron de ella una de las pioneras no solamente
de esa montaña sino de toda la provincia.
Tiene Soto
hostal y albergue para cubrir las necesidades y las posibilidades de cada cual.
Y los montañeros saben que en época
estival, y aún en otras, se encuentra abierto un magnífico refugio de montaña
en las praderías de Vegabaño, lugar al que es inexcusable que el viajero se
acerque. Al menos por dos razones. Primero porque el camino que hasta allí sube,
de aproximadamente 8 km, atraviesa uno de los hayedos más fabulosos que
esconden estas montañas. En él, si el caminante elige bien la hora y es
silencioso, podrá ver, entre otros animales, corzos. La otra razón es la propia
naturaleza de Vegabaño: una enorme pradería cerrada por bosques sobre los que
se alzan imponentes, picos tan hermosos como Torre Santa, Peña Beza, Los
Moledizos o Torre Bermeja. Todo un espectáculo para la vista y el corazón. Y si
el caminante aún se siente con fuerzas, puede acercarse de otra tirada hasta el
bosque de Salambre en el que se topará con el famoso roblón cuyo nombre remite
lógicamente, a sus dimensiones.
Soto de
Sajambre es también lugar de acceso a un
tramo de la conocida como Senda del Arcediano y a otros lugares hermosos en los
que los compañeros de viaje aún no son multitud. Es posible encontrar guías
para acercarse a puntos especialmente escondidos e, incluso, se puede uno
permitir hacer alguna excursión a caballo: solamente hay que preguntar en el
Hostal por esa posibilidad.
MARTA
PRIETO SARRO
DIARIO DE LEÓN - 6 DE JULIO DE 1997
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